Resulta difícil eludir el debate que aún continúa en torno a la significación y el alcance de la arrolladora participación popular en los festejos del Bicentenario. Esa presencia tan masiva, pacífica y festiva fue, claro, un duro golpe para los opositores mediáticos y políticos que apostaron al fracaso de los festejos. Y, obviamente, una elocuente recusación a quienes insistían -¿insisten?- en la letanía de la "crispación" social.
Al menos una enorme cantidad de argentinos -tal como se verificó en la Capital, pero también en todo el país- no sólo no están crispados, sino que están dispuestos a celebrar una importante fecha patria en el marco de los festejos convocados por el Gobierno nacional. Ahora, claro, ¿se trata de una celebración "despolitizada", una efusión de "argentinidad al palo" tal como la presentan los medios de la derecha?
Por caso, el sagaz Adrián Ventura, afirma, en La Nación: "Fueron el pueblo, volcado masivamente a las calles para homenajear a su país (no a su Gobierno), y la Iglesia, con su reclamo para que mejoren las instituciones y a la justicia concreta, quienes hicieron las lecturas más certeras".
Por el lado de Clarín, la música es la misma, en una editorial sin firma: "Sería bueno que el Gobierno fuera el primero en ser consecuente con ese espíritu y que recogiera el mensaje de la participación ciudadana en las calles, antes que como una señal de apoyo a su gestión, como una lección de civilidad democrática".
Y, en el mismo sentido, en el diario hegemónico, la editorial de Ricardo Kirschbaum: "Siempre está la tentación de capitalizar sectorialmente ese sentimiento. Cualquier político que lo intente, opositor u oficialista, debería reflexionar sobre los riesgos de equivocarse, confundiendo adhesión a la Patria con simpatías políticas".
¿Se entiende? Despolitizar es la tarea. ¡Aquí no ganó nadie! La multitud, confundida, fue día tras día a la avenida 9 de Julio y a la Plaza de Mayo, convencida de que la convocaban a festejar el Chaqueño Palavecino y Fito Páez. Ah!, y La Sole y León Gieco, y siguen las firmas. Se entiende: en la convocatoria, la política estuvo abolida. Por ende, nadie, ¡y mucho menos el Gobierno!, puede festejar. ¿Será así?
Nos parece que la derecha está obligada a despolitizar porque ante el acontecimiento, construido por la convergencia virtuosa entre la iniciativa oficial y la respuesta del pueblo, su papel resulta deslucido (por caso, Macri: no pudo/no quiso celebrar el Bicentenario con gente en las calles; celebró tan sólo la reapertura del Teatro Colón, con un elenco de "celebridades" noventistas). Pero, el problema es que esta lectura despolitizante no fue un patrimonio exclusivo de la derecha. Y permeó en algunos sectores nac&pop, donde se celebró -tal el blog de Ezequiel Meler- "el mérito de la gente", descontextualizando hasta (casi) coincidir con las visiones opositoras. O, en el blog de Abel, donde provoca incomodidad señalar la abolición de la crispación. Pregunta al paso: ¿la Asignación Universal por Hijo no jugó ningún papel en el éxito de la convocatoria?
A nosotros nos simpatiza más esta lectura "desaforada" de Artemio López, respecto de la capitalización política de los festejos: "Obviamente, lo capitaliza el Gobierno, porque más allá de que puede haber matices u opiniones sobre la gestión, hubo millones que respondieron a su convocatoria. Hay una espiral de silencio que se quiebra porque muchos que estaban a favor del Gobierno no lo decían pero ahora sí porque está claro el gran fracaso del discurso hegemónico opositor".
O, en la misma línea, esta otra lectura de Raúl Barreiros: "Lo que sucedió en la celebración no ha sido sólo un fenómeno social: es también un fenómeno político, que no se puede desvincular de lo que viene pasando en el país. No es que todos los que fueron al acto hayan sido partidarios de este Gobierno, pero casi. Y se da efectivamente en el marco del desmadre de los medios, que en los últimos tiempos se han puesto a decir cualquier cosa: no tanto porque sean opositores, sino porque, trasmitiendo permanentemente en modo crisis, hacen llaga de los dolores más fuertes de la sociedad y los refieren a supuestos peligros de la presencia en la calle: la delincuencia, ese estado de crispación constante".
Y, sí, la cosa va por ahí. La exitosa celebración del Bicentenario fue el resultado de una convocatoria fuertemente política (no comunicada en términos partidarios) pero que sí apeló a la memoria histórica, a la conciencia social y a la identidad política de los sectores populares. ¿Hace falta que digamos "peronistas"? De allí su éxito.
2 comentarios:
Ahora necesitaban ver esto para ver que el miedo que quisieron vender los medios nunca existio ?
Yo cuando escuchaba eso que vendian de que la gente tiene miedo me parecia un delirio tan grande que me parece oncríeble que alguien lo poudiera creer , tan estupido puede ser un oyente ?
Y bueh, Javier. La máquina de imposición cultural es muy fuerte. Y hay personas -muchas-, que sólo se informan por los medios hegemónicos. Un abrazo.
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