jueves, 31 de octubre de 2013

Eduardo Van der Kooy expresó el odio, la violencia y la torpeza política de “Clarín” en su respuesta a un muy demorado pero democrático fallo de la Corte Suprema sobre la “Ley de Medios”. Ahora, el tipo dice que el sufrimiento kirchnerista por la (supuesta) derrota electoral debiera haberse prolongado entre dos o tres semanas más para su disfrute.

En estas horas, estos días, cuando recién comienza a desplegarse la reflexión esperanzada acerca del amplio campo de posibilidades que inaugura el fallo de la Corte Suprema que establece la plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, ¡la tan votada en el Congreso cuatro años atrás!, los voceros del Grupo “Clarín” se abroquelan en el rencor y exhiben hasta la obscenidad el mezquino egoísmo de sus posturas. Y también su violencia encubierta.
Valga como ejemplo la intervención del columnista “estrella” Eduardo Van der Kooy quien planteó un rosario de quejas y de sospechas acerca de una oculta intencionalidad política de los “supremos” al fallar. Y firma al pie de este título conmovedor: “Ley de medios. Una mano política tendida al Gobierno”. ¡Qué perspicaz!
El tipo entiende al fallo de la Corte como un “invalorable servicio político al Gobierno” en tanto su difusión produjo efectos comunicacionales adversos a los intereses de la oposición política que “Clarín” orienta y editorializa. Según dice Van der Kooy, la difusión del fallo desplazó el eje informativo que estaba fijado en el resultado electoral del domingo pasado -que supuestamente “confirmó el mal humor colectivo contra el Gobierno”- y generó en cambio otro escenario que permitió a los funcionarios oficialistas “exhibir rostros triunfantes”. O sea: no importa el significado histórico ni el efecto jurídico del fallo, sino sólo su impacto comunicacional HOY en el humor colectivo, leído en clave K/anti K.
Le preocupa a Van der Kooy “desentrañar las razones políticas que impulsaron a los siete jueces a expedirse sólo 48 horas después” de las elecciones. Y se pregunta, este tiempista de la democracia: “¿Por qué no haberlo dictado, tal como salió ayer, en dos o tres semanas?” O sea: ¿por qué interrumpieron tan rápido el éxtasis de los opositores -Massa, Macri, Cobos, Binner-, desenredando un nudo legal que acumulaba cuatro años de antigüedad, de abuso y vergüenza justo ahora, cuando todos ellos estaban gozando?
Sucede que EVK no parece ser consciente de sus dichos, de lo que significan. El tipo se queja porque esa demora negada por la Corte -esas dos o tres semanas de postergación que él reclama- hubiera significado para el Gobierno un sufrimiento prolongado por la derrota, por una gestión sin norte y con Cristina Fernández convaleciente”. Es perverso. El tipo reclama por un disfrute  perdido, porque lo privaron de asistir al sufrimiento del Gobierno. ¿Hace falta decir que tanto quienes gobiernan este país en democracia como quienes votamos al oficialismo somos personas, titulares de derechos -humanos, políticos y sociales-, y merecedoras de respeto, aún en la derrota?
Es obvio que Eduardo Van der Kooy, aquel “joven promisorio” que se fotografió con el dictador Jorge Rafael Videla en 1976, no cambió de bando y sigue siendo -más allá de las máscaras asumidas en todos estos años- un sádico que sigue mentando algún “tiro de gracia” en boca de otros (mentiras, ficciones que inventa el cómplice de la represión) como mejor ataque ante los jueces que convalidaron la vigencia de una ley de la democracia.

martes, 29 de octubre de 2013

Esperando a Cristina. Crisis de conducción y debate anticipado del 2015. ¿Hubo voto castigo en la elección bonaerense? ¿Y quién salió más golpeado?

¿Y qué hacemos con la falta de Cristina? Para la oposición de todos los pelajes y colores, tanto para la tradicional muy gorila como también para la fracción que se presenta como “arrepentida K”, la enfermedad de la Presidenta constituyó una “circunstancia” supuestamente favorable para el Gobierno nacional.
Según esta interpretación, la hematoma le proporcionó a la presidenta Cristina una excusa para ocultarse, una estrategia para “salir de escena” y no asumir en público el costo del resultado electoral. Dijo Beatriz Sarlo: esa dispensa que se traduce en “ocultamiento” constituye el “beneficio secundario” de la enfermedad. Y, además, desde la oposición aducen que en la recuperación del voto del kirchnerismo a nivel nacional (el FPV y aliados sumaron casi un millón y medio de votos respecto de las Paso) también se verificó el efecto de cierta difusa solidaridad ante su situación.
Lo que no se dice es, muy en contrario de estas versiones, cuánto padeció el proyecto K la ausencia de Cristina en estas lides electorales. Ella no estuvo conduciendo para interferir y reorientar algunas decisiones equivocadas en la reciente campaña. Por caso, las respuestas ante el affaire al que fue sometido Juan Cabandié. Como explicó Artemio López: “La verdad es que yo nunca vi a Néstor ni a Cristina ir a pedir disculpas por no satisfacer lo que demandan los diarios. Es una mala estrategia de campaña. Un mamarracho que Cristina no habría permitido.” Y, en relación con la campaña bonaerense, Horacio Verbitsky señaló: La combinación desatinada de propuestas de mano dura y frivolidad no es la oferta que espera la base social del kirchnerismo, en cuyo calendario de celebraciones no hay lugar para Halloween. De estos errores también se nutre el resistible ascenso del intendente de Tigre, en una noche de brujas autoinfligida.”
Fue muy gravoso para el kirchnerismo afrontar una elección decisiva sin su principal figura, sin Cristina, la única dirigente que sintetiza (como hubiera dicho Néstor) la diversidad K, tan potente en tanto unida, pero que se fragmenta y debilita ante la ausencia de una conducción firme. Pero, además, el oficialismo perdió en esta pelea a su principal comunicador, su voz más potente y clara, la más autorizada, la más popular y querida, la única voz que logra quebrar el cerco comunicacional y habla a todos los argentinos. Algo decisivo para una fuerza política que compite en los 24 distritos del país.
Obviamente, el principal dato de esta elección es la nueva composición de las cámaras en el Congreso. El Gobierno no retrocedió en su representación parlamentaria y logra mantener la iniciativa legislativa y, por ende, puede también bloquear proyectos destituyentes. Una cuestión decisiva. 
Pero, hay otro dato que configura la discusión en torno a 2015, y es el abultado resultado en la Provincia de Buenos Aires. ¿Hubo voto castigo allí? ¿Y quién fue el señalado en la reprimenda, el gobierno nacional o el provincial? ¿Cómo deben evaluar esa derrota en el pincipal distrito electoral la Presidenta y el gobernador Daniel Scioli? No es, tampoco, una cuestión menor.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Versiones, debates y mentiras sobre el accidente en Once. No importa lo que declare el maquinista, para la prensa opositora la culpa es del Gobierno. ¿Esto de "tener flashes" es una excusa que funciona?

Ya apagado el “affaire” Cabandié como herramienta de campaña electoral opositora, el relevo inesperado lo proveyó el nuevo choque de un tren de la línea Sarmiento el sábado pasado en la estación Once. Un choque que -para la obvia desazón del “clarinismo”- provocó más de 80 contusos y heridos pero NO un daño más grave entre las víctimas, ni siquiera un muerto, lo cual le bajó mucho el precio a la construcción propagandística. Sin cadáveres, al sistema “Clarín” se le complica comunicar accidentes.
Desde entonces se conocieron nuevos datos acerca de lo sucedido. Por caso, que el conductor había publicado en un blog sus fantasías cargadas de violencia acerca de los riesgos que involucra su trabajo, y que en esas representaciones -oníricas, al parecer- siempre conducía un tren hacia una tragedia. “Mi sueño más recurrente es que me hago recontrabolsa en un tren que lamentablemente voy manejando yo.” La frase aparece en el blog Los Sueños de Pastichoti, creado por el motorman Julio Benítez en diciembre de 2012. Una fuente que al “clarinismo” no le movió un pelo, ni siquiera para abrir un debate acerca de la aptitud del conductor para tamaña tarea.
Además, se supo luego que el conductor Benítez prestó declaración indagatoria ante el juez federal Ariel Lijo. Y que manifestó que tuvo flashes y que no recuerda lo que ocurrió antes de chocar” en la estación Once. Y que tampoco “se acuerda de nada de lo que ocurrió en el viaje”, ni a la ida hacia Moreno ni al regreso hacia Once. Pero SÏ que “el tren funcionaba bien”. O sea: se fortalece la hipótesis de una falla humana y se debilita la hipótesis de una falla técnica, imputable a la desidia, incapacidad o corrupción de la administración estatal. Pero, ¡obviamente!, este testimonio del conductor no es funcional a la estrategia opositora y la comunicación dominante tomó otros caminos distorsivos, no inocentes.
Por ejemplo: este elocuente título de “La Nación” que afirma en su editorial, ¡tres días después del hecho!, cuando ya hubo tiempo para una reflexión informada y meditada: “Otra vez, la corrupción ocasiona una tragedia”. Y dice, en versión “para dummies” (bobos o desinformados, ponele), por si no entendieron: “El único responsable de esta degradación es el Gobierno, que no sólo la ocasionó, sino que luego de varios accidentes mortales no ha tomado las medidas necesarias para revertirla e impedir esta rutina de las tragedias ferroviarias”. Pretender que “La Nación” se haga cargo de su escandalosa complicidad con la política de privatizaciones ferroviarias del menemismo y sus efectos sería una concesión obscena a la “heidipolítica” que esgrimen los “arrepentidos K”. Y ni que hablar acerca de alguna mención sobre las muchas acciones que la gestión del ministro Florencio Randazzo ha impulsado al respecto. No, ni ahí. Pero, por alguna razón ligada a “lo real” y no “lo imaginario” (propagandístico de la derecha), los pasajeros chocados fueron a pedirle cuentas al maquinista y no puteaban al Gobierno nacional.
Ahora, lo que ya parece demasiado es que “Clarín” -que nada publicó acerca de la obvia complicidad del gremio “La Fraternidad” o el “Pollo” Sobrero con esta secuencia de accidentes- difunda ayer una entrevista al hijo del maquinista Julio Benítez, quien conducía el tren que el sábado chocó en la estación de Once, con el título “naif” e indulgente: “No era de quedarse dormido en el trabajo”. Y no, no era necesaria la costumbre de dormir manejando un tren. Con una vez que un maquinista se duerme y choca, alcanza. Más allá de los "flashes".

jueves, 17 de octubre de 2013

“Clarín” manda: Todos contra Juan (Cabandié). Lanata reconoce que es una operación política. El tipo se equivocó hace cinco meses y lo “fusilan” hoy porque le aplican la justicia mediática en la previa de las elecciones. El desafío de la batalla cultural frente a la comunicación dominante.

Si bien se mira, nos plantaron la agenda -como lacónico y mordaz,  señaló Artemio López- y nos obligan a discutir en torno de las cuestiones que “Clarín” construye y ofrece en bandeja como alimento “informativo”. Y así el “affaire” Cabandié nos lleva de gira y nos impone tomar posición sobre un suceso que ocurrió cinco meses atrás, en el pasado mes de mayo, pero que recién se difunde hoy y obtiene relevancia en plena competencia electoral. Al menos en este punto, Jorge Lanata fue honesto: “Es obvio que se trata de una operación política”, dijo. Y sí: “ruido negativo”.
¿Quién se adueñó de esas imágenes y las retuvo en secreto hasta ahora? ¿Quién las editó? ¿Quién administra aún hoy día su difusión en tramos? Digamos: los videos publicados por el usuario de Youtube “Pedro Picapiedra” condenan a Cabandié. El último, subido por “Pablo Mármol”, muestra otros tramos de la discusión e incorpora otras voces y “deja mejor parado” a Cabandié. ¿Se trata de una broma esquizoide de Hanna-Barbera Productions o hay algo muy siniestro operando por detrás? ¿Es un chiste que “La Nación” difunda que el ex gendarme tucumano Raúl Maza, quien fuera vocero de una protesta salarial anti K el año pasado, ahora diga: “Me pidieron opinión y les dije que no lo suban ellos, que se lo dieran a otro”? ¿Quién es el Otro?
Sería bueno y muy útil para la convivencia democrática saber el recorrido del documento visual que el perspicaz gendarme (aún anónimo para nosotros) decidió grabar en aquel momento y cómo llegó hasta el presente. Y, también, ¿por qué era tan importante para ese gendarme filmar al legislador porteño Juan Cabandié mientras discutía con funcionarios que le planteaban sanciones inexplicables? Por caso: el secuestro del vehículo como medida punitiva ante una simple contravención.
Y, sí, en ese embrollo una piba de 22 añitos era no sólo la portavoz de la discusión sino el único agente institucional en condiciones de cumplir con esta amenaza de “secuestro”. Porque -recordemos- los gendarmes no “labran” multas ni retienen vehículos por infracciones de tránsito (una cuestión municipal) sino por delitos federales. (Y por eso buscaban en el baúl, en el bolso, en la rueda de auxilio). Pero fue ella -esa niña tan activa en el cumplimiento de sus misiones y funciones- quien adquirió protagonismo y fue hábilmente construida por el Grupo “Clarín” como víctima del despotismo K. Y ya veremos a dónde la conduce esta inesperada popularidad.
¿Por qué apeló Cabandié a su trágica historia de vida a la hora de enfrentarse ante un gendarme prepotente? No sé. Estamos hartos de interpretaciones a distancia, “a la Nelson Castro”, así que no tenemos nada que decir. Lo que resulta difícil de comprender es el llamado de Juan a una autoridad -ese “Martín” que aparece en la banda de sonido del primer video- para que resuelva el embrollo. Y, peor, para que “aplique un correctivo” a una empleada, ¿coimera? No importa. Todo eso fue un error, creo. Pero, aquí cito a Carlos Barragán: “Juzgar cómo se siente un hijo de desaparecidos frente a la presencia policial, juzgar cómo se sienten las fuerzas de seguridad frente a un hijo de desaparecidos me excede”. Firmo al pie.
Sucede que este episodio banal, convertido en un acontecimiento por la comunicación dominante, en un “punto de clivaje” de las opciones electorales hacia el próximo 27 de octubre, nos exige insistir -aunque resulte viejo y sobado en la patria bloguera- en la convocatoria a la batalla cultural, a esa pelea que algunos desprecian como si ya estuviera ganada, pero NO. Hay que empezar de nuevo, una vez, y otra. “Clarín” nos domina.

jueves, 10 de octubre de 2013

Beatriz Sarlo habló con Morales Solá acerca de la estupidez de los pobres que votan a Cristina.

Y también de la frivola clase media que se preocupa por la salud de la Presidenta sólo por cuestiones narrativas y sentimentales. Y de los beneficios secundarios que obtiene Cristina al ser operada en la cabeza. Y, además, no le gusta Boudou, que es simplemente un “eso”.

En alguna de sus tantas actividades como cronista al servicio del diario “La Nación”, Beatriz Sarlo se hizo presente, siempre provista de un cuaderno de notas, en diversos actos kirchneristas. Digamos: esta intelectual que fue “de izquierdas pero ya no” se presenta como una etnógrafa interesada en el estudio de una comunidad política y cultural ajena a su propia experiencia: el peronismo. A Sarlo el peronismo “la puede” como objeto de estudio. O mejor: no puede dejar de hablar sobre su “interlocutor polémico” imaginario: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. (Lo que también sucede a muchos “arrepentidos” K).
Y qué mejor excusa para despuntar el vicio que una invitación al piso de TN, para reunirse con Joaquín Morales Solá a tomar unos copetines y hablar mal de Cristina y aún burlarse, precisamente la noche previa a la intervención quirúrgica a la que fue sometida la Presidenta, el martes pasado.
Antes de conocer el resultado de esa intervención, Sarlo despachó fruta en torno a uno de sus temas favoritos: la estupidez de los pobres. “Cristina ha creado la cuestión de que los pobres, que son un 25% de la población (SIC), le deben a Ella la Asignación Universal por Hijo (AUH). Aparte del cariño que es innegable también debe haber una preocupación; esas preocupaciones que son fantasías de pérdida, porque Cristina FUE (SIC) una Presidenta -y sigue siéndolo- que condensó en ella misma todo aquello que sonaba (SIC) como beneficio para los posibles sectores que recibían una resolución, un decreto ley, un plan social o lo que fuera.”
Es fácil: Sarlo -insultante como una “señora gorda” de Recoleta- borra la secuencia previa de decisiones (en 2008, un año especialmente difícil para el kirchnerismo) y especialmente oculta los costos políticos que asumió Cristina a la hora de estatizar el sistema previsional, enfrentando a los bancos, arrebatando ese fenomenal negocio al sistema financiero para construir una política exitosa de inclusión e inserción social. Y lo que de paso borra Sarlo es que la AUH en su instrumentación demuele el clientelismo. Porque las “mamis” obtienen sus tarjetas y van solas a cobrar, sin punteros. Y, ¿todo esto sólo “sonaba” como beneficio”? ¡Qué turra!
Para Sarlo, la preocupación de muchas personas por la salud de Cristina, expresada en twitter, es tan sólo el efecto cultural en las capas medias “atentas” al “giro folletinesco” que genera la enfermedad, que “le pone sentimentalismo a la vida”, o algo así de frívolo, una cuestión estética o narrativa, no más. Porque, dice Sarlo, que “a la Argentina (¿?) le gustan” los giros folletinescos. “Los giros folletinescos que en determinado momento tornan interesante una zona, y sin duda la enfermedad puede dar ese giro folletinesco. La enfermedad sin ninguna consecuencia, simplemente la enfermedad.” O sea, "sin consecuencias": ¿A la persona Cristina, a la morocha que nos preside, la enfermedad no la asusta, no le duele, no la limita, no la afecta, no le cambia la vida ser “operada”, no le genera ninguna consecuencia somática o psicológica? ¡Qué turra!
Pero, hay más. Interrogada que fue Sarlo por su amigo y colega Morales Solá respecto del posible efecto electoral de la enfermedad de Cristina sobre “un país que caminaba tranquilo” hacia una nueva derrota K, dijo la intelectual “independiente”, embalada por la cínica complicidad de este intercambio:
Beatriz Sarlo: “Lo que yo veo es que ellos (SIC), el kirchnerismo -digamos- no iban a descender de lo que habían logrado, o descenderían muy poco, y que un giro sentimental puede traer algunos votos inesperados. Esos son los beneficios secundarios de las enfermedades. De las enfermedades físicas o de las otras. Los beneficios secundarios son que un giro sentimental puede traer “bueno, esta mujer nos necesita”, “esta mujer estaba trabajando demasiado por nosotros”, todos esos razonamientos.”
Morales Solá: O: "No le demos una mala noticia"…
Beatriz Sarlo: "No le demos una mala noticia". Por otra parte ella recibió una noticia espléndida: el que va a tener que poner la cara el 27…
Morales Solá: Es Boudou…
Beatriz Sarlo: ¡Es Scioli!, que es la víctima. Esto es una noticia espléndida. Este es otro reacondicionamiento de las cosas. Mi hipótesis, entonces, para responder a su pregunta, es que (Cristina) no va a perder votos y es probable que ese mensaje "démosle una fuerza", "mandémosle un mensaje de buena onda", en una sociedad sentimental funcione. Y, segundo: ella no tiene que pasar por lo que pasó el 10 de agosto (?) a la noche. No tiene que ir a decir que a Insaurralde no le fue bien pero sin embargo en Chañar Ladeado habían ganado el segundo concejal. No tiene que ir a decir eso.
Pero, pero, pero, en la minuta opositora de estos días faltaba, ¡obviamente!, el imprescindible ataque al vicepresidente Amado Boudou.
Morales Solá: Digamos: vivimos en un limbo institucional durante muchas horas, desde el sábado en que la Presidenta entró en su dormitorio y no la dejaron salir hasta hoy que asumió Boudou, ¿no?
Beatriz Sarlo: Ella eligió a “eso”. Bueno, tendrá que arreglarse con el vicepresidente que eligió, dado que presidente y vicepresidente se votan en la misma boleta. Era obligatorio votarlo a Boudou. Quien quería votar a Cristina tenía que votar a Boudou. Esto lo digo porque he visto comentarios en las redes sociales que dicen “finalmente, nosotros lo votamos a Boudou”. Obligados. El que quería votar a Cristina no podía no votar a Boudou. Y a Boudou se los puso Cristina. De ese modo híper personalista, híper centralizado, sin consultar a nadie, sin consultar al Frente para la Victoria (que no sabemos qué estructura tiene), sin consultar al Partido Justicialista (porque lo tenía muy lejos en ese momento), sin hablar con nadie, dijo “Boudou“. Y había que verle la cara a Scioli en ese plano de televisión cuando lo anunciaron. 
En fin, “esto” es Sarlo, la muy sobrevalorada. Un cóctel (ya que hablamos de copetines) de cinismo, frivolidad y desprecio respecto de los sectores populares, de sus lealtades y sus elecciones. Y también un rencor que acaso exprese su desajuste generacional, su incapacidad para comprender las luchas actuales, acompañando siempre las andanzas de su líder, la también muy insultante y despectiva Elisa Carrió. Porque allí, en una lectura crítica de ese liderazgo autoritario y excluyente, debiera Sarlo ilustrarnos acerca de cuáles fueron las prácticas democráticas que impulsó Carrió en sus diversos y sucesivos emprendimientos políticos. ¿De qué se burla Sarlo? La presidenta Cristina eligió a Boudou por una valoración elocuente: “Necesito alguien a mi lado que no le tenga miedo a las corporaciones”. Y se lo están haciendo pagar.

Foto: tallerlaotra.blogspot.com / Abril 2011

jueves, 3 de octubre de 2013

Un análisis “tiernamente equivocado”, según Lucas Carrasco, nos convoca a discutir sobre los grandes medios que monopolizan la transmisión de la información en nuestro país. Y todo porque la presidenta Cristina Fernández habló con Jorge Rial.

Al periodista Lucas Carrasco -el mismo que trafica con el gastado “business” de las generaciones políticas en “El Dipló”-, no le gusta que se hable del “cerco comunicacional” que los medios dominantes construyen en torno de la presidenta Cristina Fernández.
Digamos que tal vez en la sala de redacción de “infocamioneros” de estas cosas no se habla pero, “en rigor de verdad”, existen. O sea: que a Cristina la tergiversan es fácilmente verificable, más allá de lo que balbucee Hugo Moyano, o alguno de sus hijos, que leen a John William Cooke, organizan fiestas de disfraces o financian intelectuales díscolos. Y todo eso a la vez, pero siempre fotografiados con “modelos”.
Hay un cerco “periodístico” tendido para rodear y distorsionar y -si pueden- enmudecer a Cristina. ¿Se acuerda Carrasco de la anécdota de la Presidenta diciendo que los funcionarios designados por Ella debían temerle? ¿Se acuerda del tratamiento que el sistema de medios hegemonizado por “Clarín” otorgó a esos dichos durante semanas, esa construcción paranoica de una presidenta que “amenazaba” a los argentinos?
En otra época, cuando Carrasco “paneleaba” en “6,7,8” como ¡especialista en elecciones!, seguramente sí se acordaba. Pero, ahora, no. Ahora, tiene una visión tributaria de la “heidipolítica” a la hora de hablar del Grupo Clarín y su posición dominante y muy opositora. Según el actual Carrasco no hay ningún “cerco” y ninguna “tergiversación”. Ni ahí, boló. Se trata, dice Carrasco ahora de un “cerco supuesto”.
Aquí dijimos que Cristina no se resigna a ser tergiversada por Clarín y procura otras vías de interlocución con los universos populares, y que ella pasó de pantalla, luego de las PASO, y que sigue dispuesta a dar debate, a reinventar las formas de comunicación, a conectar con nuevas audiencias, hablando con Rial, por caso. Y aquí, al clarinista Carrasco, se le “soltó la cadena” y comenzó a hablar del “partido cristinista”, de su inevitable derrota y de la no correspondencia entre “rating” y “votos”.
En fin, me limito a citar un apunte de Antonio Cicioni que me resulta esclarecedor respecto del “juego en que andamos” (ver Gelman) y que nos preocupa. “El problema es que los grandes medios buscan la división, el conflicto extremo, el odio, el miedo. Y vaya si lo logran, contagiando con esas nocivas predisposiciones a millones de compatriotas (que terminan creyendo que el odio viene del otro lado). Y lo logran a través de la mentira, la deformación de los hechos, la desinformación masiva y, por supuesto, con el cuasi monopolio de la transmisión de la información (sobre todo en la tv).
Se trata de discutir esa manipulación, Carrasco. No es tan difícil de entender. Vos lo sabías, ¿te olvidaste?

martes, 1 de octubre de 2013

Cristina “desde otro lugar”. O las maneras de quebrar el cerco de la comunicación hegemónica.

Si acaso el equipo de comunicación de la presidenta Cristina Fernández pretendía generar un efecto de propagación viral en los medios, la tercera entrevista del ciclo “Desde otro lugar” emitida el último domingo, logró con creces ese objetivo. Sin dudas, la elección del canal (América TV) como del entrevistador (Jorge Rial) contribuyeron a ese efecto multiplicador, en tanto “deslocalizaron” la emisión del ciclo: no fue ya como al inicio de las entrevistas exclusivamente en Canal 7, ni tampoco teniendo como interlocutor a un periodista afín al gobierno. 
Fue especialmente ese relevo -el pasaje desde el historiador Hernán Brienza al periodista de espectáculos & alcobas Rial- lo que contribuyó decisivamente a la ampliación del público que accedió a esta emisión. La novedad radicó allí, en la posibilidad de asistir a una entrevista de Cristina con un comunicador opositor, más conocido por sus conexiones con la farándula y, además, declarado promotor de la candidatura del dirigente “renovador” Sergio Massa.
Vale apuntar que en sus dos emisiones del domingo, por América a las 19 horas y por la Televisión Pública a las 20, la entrevista que le realizó Rial a la Presidenta promedió los 19.5 puntos de rating (8.3 y 11.2 respectivamente) y se convirtió en lo más visto del día según los números de la consultora Ibope, no precisamente oficialista. Todo un dato, especialmente para quienes han machacado desde el campo propio con la necesidad de brindar una respuesta adecuada al muy exitoso y muy opositor envío dominical de Jorge Lanata por Canal 13.
El éxito logrado por la entrevista generó un marcado desconcierto en la oposición político / mediática que registró el impacto de un modo previsible, tratando de minimizar el quiebre del cerco comunicacional que construyen en torno a la palabra de Cristina. Pero no pudieron disimular que la simple mención de Nelson Castro o Alberto Fernández en la entrevista provocaban la necesidad de responder, desmentir, refutar. O sea, entrar en el juego de la “viralización”.
Pero lo más interesante es que esta estrategia también desencadenó una serie de discusiones en el campo de quienes apoyan al kirchnerismo, especialmente centradas en el cuestionamiento de la elección del periodista Rial. Veáse el debate, inteligentemente moderado por Daniel, en El Aguante Populista.
¿Será, entonces, que la comunicación K decidió indagar en las zonas grises de las capas medias, donde habita Doña Rosa, aún invicta? ¿Será que Cristina procura desmarcarse de ciertos rituales, hablando “desde otro lugar”, sorprendiendo a propios y ajenos? ¿Será que Cristina no se resigna a ser tergiversada por Clarín y procura otras vías de interlocución con los universos populares? Tal parece.
Cristina pasó de pantalla, luego de las PASO, dispuesta a seguir dando debate, a reinventar las formas de comunicación, a conectar con nuevas audiencias. La táctica fue investir a Rial como vocero de  fracciones sociales que habitualmente no escuchan a Cristina. Mañana serán otros los interlocutores no previstos quienes contribuirán a romper el cerco de la prensa hegemónica. Bienvenidos.