jueves, 26 de julio de 2012

Cuando se apaga la Capital, se enciende el conflicto político. O cómo se manipula el sentimiento opositor de los porteños

Las dos empresas (Edenor y Edesur) que distribuyen la energía eléctrica en la Capital decidieron interrumpir el suministro en algunos parques y paseos de la ciudad, así como en dependencias administrativas, hasta tanto el gobierno porteño cancele la deuda con ambas prestadoras del servicio. Una medida punitoria a la que se expone cualquier usuario moroso.
Según informa Télam, el gobierno porteño adeuda 50,9 millones a Edesur y 9 millones de pesos a Edenor. Ambas empresas advirtieron que los cortes se van a profundizar en tanto el gobierno de la ciudad no ofrezca un plan concreto de pagos.
Y, ¿qué dice el gobierno porteño? En su página web reproduce declaraciones de Diego Santilli, Ministro de Ambiente y Espacio Público, quien -luego de mentar una supuesta “agenda verde” y una gaseosa “reducción del consumo energético en un 30 o un 40 por ciento”- fue al núcleo de la postura macrista, afirmando: “La Ciudad está siendo discriminada, porque tiene una tarifa diferenciada con relación al resto de las provincias”. Es decir, la victimización como estrategia en su perpetuo y marketinero litigio con el gobierno nacional.
Pero, además, Santilli recordó que este tema está sujeto actualmente a una discusión judicial a partir de una presentación impulsada a través del Ministerio de Hacienda (porteño) para reclamar que se ponga fin al perjuicio. Y aquí, la judicialización del problema, para seguir embarrando la cancha y darle largas al conflicto.
Lo único cierto es que el gobierno de Mauricio Macri se niega, desde diciembre, a pagar el monto de la facturación que hasta ese mes del año pasado cubría el gobierno nacional a través del régimen de subsidios. Simple: “El gobierno porteño no acepta la quita de subsidios”.
Ahora bien, cualquier intendente (y Macri, más allá de sus ínfulas, ocupa ese cargo) hubiera priorizado la continuidad en la prestación del servicio, cumpliendo con el pago o negociando con las empresas mientras judicializaba la cuestión, atento al impacto negativo del “apagón” en la opinión pública, especialmente entre los “vecinos” a los que siempre apela, sus votantes.
El propio ministro Santilli reconoció: “Cuando estamos hablando de luz, el ciudadano siente que la luz es parte de su seguridad; por eso hay que tener mucho cuidado con estas cosas”. ¿Y, entonces, cómo se explica este bochorno en la gestión de un conflicto?
Una hipótesis, la que dicta el sentido común: Macri es incapaz de gestionar conflictos, ya se trate de los subtes, la disposición final de los residuos o la iluminación de los espacios públicos. No sabe, no puede.
Otra hipótesis: tal vez, Macri no quiere resolver estas cuestiones. Y, ¿por qué? Respuesta tentativa: tal vez porque entiende que, en la percepción de los ciudadanos, estos conflictos (subtes, basura, luz) le “explotan” al gobierno nacional, en tanto garante en última instancia de la buena marcha de las cosas.
Algo parecido expresó ayer Edgardo Mocca, panelista de “6,7,8”, al afirmar: “Se está usando a la ciudad de Buenos Aires como plataforma para una campaña presidencial, pero de la peor manera. Porque alguien que gobierna una provincia o una ciudad, es previsible que muestre su futuro de poder administrando bien, teniendo apoyo popular a sus iniciativas, resolviendo el problema de la educación y la salud. Pero, Macri está jugando en algo que es confluir en la generación de un clima adverso al gobierno nacional. Porque en la ciudad de Buenos Aires hay un porcentaje muy importante de la gente que opina que todas estas cosas funcionan mal por culpa del gobierno nacional. Y en esa misma tesitura actúan los medios. Supongamos que el conflicto del subte no llega a un buen arreglo, que es aquello para lo que está precisamente trabajando Macri, para que no se llegue a un acuerdo razonable con los subtes. Los usuarios se van a sentir muy mal, y no estoy muy seguro de que la ciudadanía discierna, distinga y se disponga a buscar las verdaderas responsabilidades en su jefe de Gobierno.”
Es cierto lo que señala Mocca: una suerte de superposición en las responsabilidades institucionales, seguramente tributarias de la muy imperfecta autonomía de la Ciudad, que difumina las “culpas”. (Una confusión sobre la que también especula Daniel Scioli, al “mancarse” presupuestariamente).
La centralidad de Cristina en la buena/mala vida de los argentinos, su hegemonía (en tanto dirección intelectual y moral del proceso político) la expone a estas miserias de sus opositores, declarados o encubiertos.

4 comentarios:

Sujeto dijo...

Amigo Sanin:
Confieso que a veces Macri me hace sentir miserable, porque me obliga a hablar de él, cuando ni siquiera eso merece. O quizá, ese sentimiento de desagrado en realidad esté provocado por pensar que, aunque odien al kirchnerismo, en esta ciudad ni siquiera se fue capaz de buscar otra alternativa opositora, qué sé yo, Pino Solanas. Pero la elección y reelección de Macri es la elección de la alternancia entre la ausencia y la calamidad, ya que parece ser que eso es lo que han querido (y quieren) la mayoría de nuestros conciudadanos.
Nunca está de más recordar el poema de Sasturain, publicado en el Página del día después de la reelección: "La CABA no me cabe":

La CABA no me gusta. No me sabe
bien una sigla, que es nombre de empresa,
para la ciudad que fue princesa,
la Reina del Plata: no es, ni le cabe.

Y aunque a nadie le parezca grave,
el cambio muestra la naturaleza
de un poder sin pudores ni torpeza
con metáfora empresaria en clave.

Buenos Aires, la ciudad que amamos,
ya no cree no vota por sus sueños
y es por eso que estamos donde estamos.

No corresponde llamarnos porteños.
Esto eligen los cabenses o cabanos:
un negocio atendido por sus dueños.

Abrazo

Daniel dijo...

El otro día un tipo me decía de lo bien que hacía Macri en obras de... infraestructura! Y que la cosa no se veía, etc.
Hay, evidentemente lo de cargar contra el Ejecutivo nacional por todo aquello que se boicotea con ese fin.
Sin embargo, creo que al final, a la hora de los bifes, proyectado el tipo a una carrera nacional, los que incluso lo apoyan aunque sea a medias, se van a dar de cara con la realidad y dirán: -"Bueno, hasta aquí llegamos. Esto es muy serio como para dejarlo en manos de este estúpido".
En realidad, el tipo no quiere correr esa carrera. Es demasiado cómodo como para subirse a semejante caballo.

A.C.Sanín dijo...

Amigo Sujeto:
En estos días se discute mucho cuánto del peronismo fundacional pervive en la experiencia kirchnerista, cuestión compleja dada la distancia “epocal”. Pero, no sé si coincidís, lo que está intacto es el odio de clase que expresa la burguesía porteña. Cristina es objeto de las mismas descalificaciones que afrontaba Evita, por efecto de una suerte de transmisión cultural que atraviesa generaciones y se actualiza, hoy. Es lo que leo en los diarios, lo que escucho en la calle, incluso en mi familia. Fósiles ideológicos que de pronto reaparecen, se diría intactos. Me deslumbra esta repetición. Y, en este contexto, aparece Macri como un vector adecuado para expresar ese rechazo de las clases satisfechas, y de otras subordinadas ideológicamente. No recordaba el poema de Sasturain, excelente. Como siempre, te saludo con un abrazo.

A.C.Sanín dijo...

Escucho lo mismo, y me sorprendo. Hay quienes dicen que Macri ejerce a disgusto su papel de político porque lo condena a una serie de obligaciones o fiscalizaciones que no sufría antes como miembro eminente del establishment económico. Digamos, que tiene una débil vocación política, aunque ama el poder. Supongo, como vos, que su proyección a la competencia nacional lo va a exponer a otros exámenes, más exigentes. La cuestión inmediata -que yo sé que te preocupa porque leo tu blog- es qué hacemos aquí, en la Ciudad, durante los tres largos años de mandato que aún le quedan. En fin, un abrazo para vos, Daniel.