sábado, 7 de julio de 2012

Las bravatas de Moyano, Cristina da pelea y otras cuestiones

Foto: Le Monde Diplomatique, Julio 2012
En la noche del jueves, Hugo Moyano estuvo nuevamente de visita en TN, su tribuna televisiva favorita ahora, con Van der Kooy y Blanck como entrevistadores. No agregó mucho a su repertorio de críticas al Gobierno, y especialmente a la presidenta Cristina Kirchner, a quien calificó (otra vez) de “soberbia”, “autista” e “irresponsable”. Es decir, siguió cavando su trinchera sin proponer una sola alternativa más allá de la confrontación.
Un dato curioso: estimó en “más de cien mil personas” la concurrencia alcanzada por su acto. Un acto que había generado tantas expectativas en la oposición en su supuesto carácter de “inicio de la larga marcha del postkirchnerismo” y que dejó (para ellos) sabor a poco, a punto tal que ni los más entusiastas se acercaron a esa cifra. Fue flaca la masividad de la respuesta popular ante la convocatoria (si se la compara con otras marchas protagonizadas por el sindicato de camioneros), fue casi nulo el impacto del paro (la vida cotidiana siguió su curso normal) y patente el aislamiento de “Hugo” en la interna gremial, de cara a las próximas elecciones en la CGT.
La génesis de este conflicto, sus causas, se nos escapan. Tal como lo expresó Horacio González, en la edición dominical de “6,7,8”, discutiendo esta cuestión: “Yo no me alegro de lo que pasó. A mí me causa mucha sorpresa que haya pasado esto, pero no lo festejo. No me sumo a los que dicen que es funcional a tal o cual. Porque me parece que es algo desgarrador lo que ocurrió y todas las opiniones que presenta el informe revelan hasta qué punto hay un stock de oportunismo generalizado en la Argentina que se infiltra a través del paso que da Moyano, que es un paso en un punto inexplicable si no hubiera cosas que el común de los mortales desconocemos. Pero que es un paso inexplicable que anuncia formas sombrías sobre la política argentina. El paso que dio Moyano es un paso en falso que yo lamento.”
Aquí, en este blog, expresamos la expectativa de que Moyano formulara en su discurso en la Plaza lineamientos cercanos al documento de la CGT, redactado por Juan Carlos Schmid y Facundo Moyano, ofreciendo una visión de la situación del país, de los conflictos que afronta el proyecto nacional y popular, del papel de los trabajadores en esta coyuntura, y diferenciando sus críticas del discurso opositor que vehiculan los medios masivos. No lo hizo y prefirió atacar a Cristina, rozando el insulto, y estableciendo una diferencia tajante e irreversible.
Así fue señalado por Mario Wainfeld, al día siguiente del acto: “Es la política: todo paro es político, los generales o extendidos mucho más. Descalificar lo de ayer por esa redundancia es indebido. Más atinado es preguntarse si la coyuntura nacional y mundial justifica el camino irreversible que tomó Moyano. Para este cronista, el enfrentamiento es desproporcionado a las diferencias y la creciente soledad del jefe camionero refleja su representatividad política. La paradoja de reclamar “diálogo”, mientras se aísla.”
En ese marco de ideas, leímos un artículo de María Esperanza Casullo, donde se arriesga una idea provocativa: el kirchnerismo (con Néstor, antes, con Cristina, ahora) “no le teme ni le rehúye al conflicto, sino que, por el contrario, lo busca.” ¿Será así, o será tal vez que la experiencia política iniciada en 2003 se ha visto obligada a enfrentar diversos desafíos sectoriales que, luego, se convirtieron en conflictos que el kirchnerismo se esforzó en “construir” para así volverlos inteligibles mientras libraba la batalla? ¿Buscó Cristina confrontar con Moyano?
Es muy distinto no rehuir la pelea que ir a buscarla. No la vemos a Cristina con ánimo peleador, buscando por allí a quién mojar la oreja para sentirse en su salsa. La vemos, sí, con temple, con actitud para dar respuesta cuando la obligan, o cuando el avance del proyecto requiere asumir nuevos desafíos (lo que quedó claro en la disputa con el “campo” por las retenciones, con Clarín por la Ley de Medios, o con los bancos por las AFJP, o con Repsol por YPF). No como resultado del “gusto por el conflicto” sino de una vocación política que no se atemoriza cuando, en este caso, un aliado se pasa de vereda y (apañado por las corporaciones dominantes y otros aliados de ocasión, fragmentos de ese “stock de oportunistas” siempre disponible) se atreve a plantar banderas en la Plaza de Mayo, nada menos, frente a un gobierno peronista. Moyano se subió al “ring” de la política, sin haber ganado ninguna preliminar electoral. Sus créditos eran de otro orden.
Pero, más allá de la discusión acerca del ánimo peleador del kirchnerismo, y de sus dificultades a la hora de volver comprensible para el conjunto social este conflicto, Casullo señala un aspecto inédito en esta confrontación: “La puja con el FMI, la crisis del “campo” o el largo enfrentamiento con Clarín, en todos estos casos, se trataba de una disputa entre el Gobierno y sus (cambiantes) aliados de un lado y un adversario externo a su coalición del otro. Pero el conflicto con la CGT dicotomiza, por primera vez, la propia base del kirchnerismo.” Y es cierto.
Tal como opinó Ricardo Forster: “Cristina fue votada por el 55% de la sociedad, en su mayoría trabajadores. Esto implicaría una ruptura entonces entre ese sector, el que participó de la plaza, y el Gobierno. No sé si se puede hacer una transferencia inmediata. De haber elecciones, gran parte de esa plaza seguiría votando por el kirchnerismo. Esto no significa que no haya que tomar con actitud crítica lo que ha sucedido, que haya que festejar con alegría que se rompan los vínculos con un sector sindical no menor y que esa ruptura se haga bastante intempestiva.”
En el centro del relato opositor, de sus predicciones fallidas, siempre estuvo presente el anuncio del final abrupto de las relaciones con “el sindicalista Hugo Moyano”. Esta “Plaza del No” a Cristina, poblada por trabajadores, señala una pérdida, una concesión a quienes acechan, pronosticando el fracaso del proceso de transformaciones iniciado en 2003. Obviamente, Moyano leyó mal las elecciones de octubre.

2 comentarios:

Ricardo dijo...

Definitivamente: qué bueno el retorno, Sanín. Certero y finísimo eso de que Moyano se subió al ring de la política sin haber ganado una preliminar antes.

Yo, como vos, creo que en este caso no hubo una búsqueda premeditada de un conflicto sino que se dió por devenir de la historia. En algún momento pasa. Las sociedades políticas no son eternas. Hubo desinteligencias desde ambas trincheras, más groseras, me parece, del lado moyanista, ya que un gobierno plebiscitado con el 54% se encuentra en una posición que no puede admitir desafíos claros a la autoridad presidencial como los del Hugo sin que merme su cuota de poder simbólico. Algo fundamental, además, de cara a 2013 y 2015. Por el lado de Moyano, exportar una interna sindical (en la que los gobiernos siempre, si pueden, intervienen) no fue los más inteligente, a la luz de los acontecimientos.

Lamento, de todas maneras, como Forster, el quiebre.

Abrazo.

A.C.Sanín dijo...

Gracias, Ricardo, siempre generoso.
Me parece que Moyano no supo medir el impacto social y político del desabastecimiento de combustibles en pleno invierno. Esa medida fue a todas luces excesiva. Un gobierno plebiscitado, como decís, no puede aceptar que una interna en la CGT se convierta en un cuestionamiento a su autoridad, que además culmina en una maniobra claramente desestabilizadora. Y de allí la dura respuesta.
Creo que Cristina (después del 54%) no acepta extorsiones de ningún aliado o compañero de ruta. Cuando asoma la desaceleración de la economía, cuando el Grupo Clarín agita con más violencia, Cristina pone en examen a sus aliados ambiguos (Scioli) y, a los otros, (léase Moyano) que la enfrentan, sencillamente los combate.
Un abrazo.