jueves, 7 de junio de 2012

Escenas de la batalla cultural. Desde los supuestos límites de “6,7,8” hasta las ironías eficaces sobre la propaganda caceroluda

En la emisión del pasado viernes de “6,7,8”, el controvertido programa que emite Canal 7, -contando en esta ocasión con el concurso del periodista especializado en economía, Roberto Navarro-, comenzó una rica discusión (y por momentos muy crítica) acerca del modo en que el gobierno nacional comunica las restricciones a la compra de dólares. Debate que continuó en el mismo tono en la edición dominical, esta vez con la presencia de Alfredo Zaiat, periodista jefe de economía de “Página/12”.
Tanto fue así que el matutino “La Nación”, en la edición del lunes 04 de mayo, decidió consignar el debate, pretendiendo capitalizarlo desde el título (“Críticas al cepo sobre el dólar en “6,7,8”) pero desdiciéndose en el cuerpo de la nota hasta aceptar que, en verdad, lo que se seguía discutiendo centralmente en el programa no era la política económica oficial de intervención en el mercado cambiario, sino la eficacia de su comunicación y la idoneidad de sus comunicadores.
La verdad es que este tipo de debates no es infrecuente, como pretenden quienes estigmatizan a “6,7,8”, denunciando que supuestamente funciona como una propaladora dogmática de ideas afines al kirchnerismo. Por caso, ese mismo lunes se suscitó una interesante discusión entre dos de sus panelistas acerca de la posibilidad (o no) de modificar la opinión de los opositores más recalcitrantes al gobierno, teniendo como telón de fondo y contexto la violencia ejercida por un grupo de manifestantes contra los movileros del programa en ocasión de un cacelorazo, durante la noche del viernes. De una parte, Orlando Barone sostuvo que era inútil intentar persuadir al “núcleo duro” opositor, que ya tiene una posición tomada. De otra, Edgardo Mocca señaló que el kirchnerismo había logrado revertir el rechazo, muy fuerte en 2008/2009, en las zonas más ligadas a la producción agropecuaria a punto tal que la candidatura de Cristina Fernández a la presidencia logró imponerse también allí en las elecciones de octubre pasado. La discusión quedó abierta, en suspenso, sin que nadie bajara el martillo a favor de uno u otro.
En este punto, vale señalar la singularidad de este programa, alineado con el Gobierno al tiempo que abierto a la discusión de sus políticas. A modo de contra ejemplo, ¿sería factible que se emitiera un programa en la señal TN en el cual un panel de periodistas identificados con el macrismo (por ejemplo, Niembro, Lanata, Van der Kooy, Pergolini serían un elenco prometedor) discutiera a calzón quitado en sucesivas emisiones los graves errores de comunicación de su propia fuerza política? Sería interesante que los panelistas PRO sometieran a debate el bochorno que supuso para Macri el rechazo de la administración de los subtes a través de una conferencia de prensa luego de haber firmado el traspaso y modificado la tarifa. O el cambio de postura respecto de la estatización de YPF -consulta con Antonia mediante- afirmando 48 horas después que (si alguna vez fuera presidente) la mantendría bajo control estatal “porque el daño ya estaba hecho”. O las vacilaciones de Larreta respecto de la identidad de los agresores “encapuchados pero con banderas identificatorias”, que no eran militantes de La Cámpora sino barras del Club Comunicaciones, en protesta por acuerdos no cumplidos por el macrismo. Un debate esclarecedor, una bocanada de transparencia comunicacional y política, ¿no? Una pena, porque no lo veremos.
Somos concientes que desde posiciones cercanas al kirchnerismo se insiste en señalar que “6,7,8” fue un instrumento comunicacional útil en otra etapa, cuando era imprescindible construir un discurso alternativo frente a la asfixiante hegemonía de la comunicación dominante, pero que los tiempos han cambiado y que su discurso no produce efectos ya en el marco de la batalla cultural. Quien mejor lo ha argumentado es Artemio López, señalando que tanto la actividad de los medios opositores con alcance metropolitano como la comunicación del propio “6,7,8” no logran “alterar en nada la arquitectura de audiencias de octubre, y lo que logran es redundar sobre aquellos ciudadanos que ya estaban convencidos”. Es decir, ambos “cazan en el zoológico”.
Sin embargo, como lo señala el propio Artemio, la “tanqueta” de la factoría Gvirtz se pone a la cabeza de una puja más amplia por la hegemonía. Dice Artemio: “En este sentido, lo más efectivo de las alternativas de medios oficialistas es hoy ya no tanto la generación de contenidos ni la ampliación de audiencias, que lograron en su primera época, sino el efecto arrastre sobre medios opositores que responden contraeditorializando el discurso de medios oficialistas. Un caso paradigmático de esta práctica contraeditorial es PPT, el nuevo ciclo opositor de Jorge Lanata, que hasta replica las iniciales de la productora del ciclo oficialista 6,7,8”.
O sea, que este programa con enclenque audiencia (2 puntos, según IBOPE), ¿logra provocar un fenomenal esfuerzo del multimedio Clarín para instalar en las despolitizadas noches de domingo un programa de “humor” político? ¿No será mucho, semejante cañón para matar a una hormiga? ¿O será que “6,7,8” aún con sus limitaciones, sus opacidades, sus aburrimientos y repeticiones y posiciones genuflexas, pero también contraculturales y críticas e informativas, logra desacomodar la hegemonía? Por caso, ¿por qué no genera el Grupo Clarín un “programa de archivo” demoledor, adverso al kirchnerismo y no la sarasa decadente, con risas grabadas que conduce Lanata? En todo caso, si “6,7,8” sigue en el aire, y sigue provocando respuestas indignadas (que llegan hasta las golpizas) es porque acierta en informar, en comunicar, en divulgar y hacer comprensible todo aquello que la comunicación dominante esconde o distorsiona. Lo que no es poco.

PD: En fin, la vida sigue y la creatividad popular continúa dando respuesta a las “operetas” propagandísticas de la derecha. Y aquí les dejamos un lindo video como aperitivo de la formidable movilización que habrán de protagonizar hoy mismo, si afloja el frío, los caceroleros VIP.

3 comentarios:

ram dijo...

Cada patada, cada sopapo, a los cronistas de 678 es una respuesta a los iluminados K que decretaron, hace mucho, la caducidad del programa.
Cada patada, cada sopapo, también sirve para medir el rating de odio, muuuucho más que el 2% ibopeano, que despierta el programa en esos sectores recalcitrantes a quienes les encantaría la misma caducidad del programa.
Interesante coincidencia en la práctica, como también es interesante el silencio, después de las patadas, los sopapos y los repudios de rigor, acerca de la naturaleza y profundidad del odio hacia ese programa que nadie ve, no sirve para nada y está fuera de época.
Unos giles de aquellos los garcas, odian lo que no sirve... o el odio es precisamente porque sirve?, en fin, delirios seissieteochistas seguramente.

A.C.Sanín dijo...

Es cierto, ram. Tenemos un problema ahí, porque se tira a la basura una herramienta sin saber con qué se la reemplaza. Y el odio que genera, como decís, el deseo de anularlo, ¿no debería interrogarnos? Por caso, el noticiero de Canal 7 también es K, y se paga con nuestros impuestos, pero nadie reclama que se lo silencie. ¿Por qué? Adelanto la respuesta: no irrita a nadie, no mueve el amperímetro de la opinión pública. Es previsible, y punto.

Sujeto dijo...

Hola A.C.:
Brillante post, y muy buen comentario el de ram también. Creo que hay que acostumbrarse a algo, y es a que no se puede discutir con todo el mundo, porque discutir implica una suerte de pacto implícito por el cual tengo que escucharte, y, llegado el caso, hasta conceder que tengas razón en algo de lo que digas, lo cual sabemos que para ciertos sectores de nuestra sociedad es literalmente imposible. Los griegos llamaban a este tipo de interlocutores "erísticos", tomando el nombre de la diosa de la discordia, Eris. Ahora bien, ¿cómo se hace para discutir con un erístico, que jamás va a darte la razón? apelando a un tercero, que oficiará de juez. El erístico termina haciendo el ridículo, por lo tanto programas de barricada como 6,7,8, deben apuntar a poner en evidencia la defensa de intereses corporativos, pero sin caer tampoco ellos en la tentación de ser también ellos simplemente erísticos.
Abrazo