La oposición política y mediática no ha vacilado en utilizar como una herramienta de erosión de la legitimidad del gobierno nacional
la rebelión de policías provinciales, los consiguientes saqueos y la
violencia conexa, que provocaron hasta el momento diez muertos. De un
modo evidente, esta estrategia manipulatoria quedó expuesta en la última emisión de “A dos voces”, en la noche del miércoles, por TN. “¿Por qué se llegó a esto?”, preguntaba el zócalo en la pantalla, al pie de una sucesión de imágenes de violencia.
Y la voz de Marcelo Bonelli en off: “Tierra de nadie, así fueron
varias provincias en estos últimos días, el vandalismo, los saqueos, la
protesta policial. ¿Qué es lo que pasó? ¿Por qué se llegó a esto? ¿Qué hizo el Gobierno nacional frente a esta situación?”.
Y luego Edgardo Alfano: “Gobernadores que no pudieron solucionar de inmediato sus problemas con la rebelión policial y un Gobierno nacional que cambió su actitud.
De darle la espalda a Córdoba, al problema policial y de los saqueos
terminó ayudando a los gobernadores con gendarmería y también con dinero
para poder pagar los sueldos”.
Y otra vez Bonelli: “Nueve muertos en todo el país. Los saqueos, vecinos y comerciantes armados, cruces entre el Gobierno nacional y los gobiernos provinciales,
mientras tanto la gente estaba en el medio desahuciada. ¿Qué es lo que
pasó, como se llegó a esto, qué hay detrás de esto? Lo vamos a tratar
esta noche en A dos voces”.
¿Está claro, no? La estrategia es disolver la responsabilidad de cada
una de las administraciones locales, borrando incluso la peculiaridad
de cada uno de los conflictos en las distintas provincias, para
concentrar “la carga de la prueba” (los cadáveres) en el ataque dirigido
al Gobierno nacional. El massista Darío Giustozzi le repetía convencido a Bonelli: “Es la inflación”.
Sí, obviamente, todos los efectivos de las fuerzas policiales de una
decena de provincias descubrieron ¡al unísono! el efecto empobrecedor
del alza de precios sobre el poder adquisitivo de sus salarios y ¡sin
ningún tipo de coordinación! decidieron acuartelarse, generar zonas
liberadas y, en algunos casos, hasta participar de los saqueos. Además:
¿pueden las fuerzas policiales hacer una huelga total y dejar librada a
su suerte a la población? No, obviamente, pero no se escuchó ni un solo
cuestionamiento a estas irresponsabilidades, con lo cual se las
“naturalizó” y “legitimó” a futuro, en tanto es previsible que esta
película de sublevaciones en cadena no haya terminado acá.
Un aparte para el “caso Córdoba”: Vale subrayar que, según los periodistas de “Clarín”, De la Sota “evidentemente tenía responsabilidad”
pero, al fin de cuentas, la factura de lo sucedido se la remiten al
jefe de Gabinete del Gobierno nacional, Jorge Capitanich porque “no lo ayudó”,
y a otra cosa. Una visión “naif”, claro. En la provincia mediterránea
se incubó un conflicto que el gobernador opositor al kirchnerismo
decidió en principio ignorar, al punto de irse de viaje a sabiendas de
la rebelión policial en marcha, y que sólo después de la grave conmoción
social resultante aceptó asumir como propio. De La Sota intentó responsabilizar al Gobierno nacional por el daño sufrido por los cordobeses saqueados,
por el terror colectivo ante el desamparo, se hizo el gallito pero al
final aceptó su impotencia, pidió ayuda y, forzado a reconocer la
responsabilidad por la crisis política desatada por la sublevación
policial en su provincia, despidió al jefe de Gabinete y a la ministra
de Seguridad. ¡Un papelón! Pero el daño estaba hecho, en tanto
instaló un ejemplo, para todos y todas: la extorsión de los agentes
policiales que se niegan a prestar servicio y convocan al saqueo
prefiguró un atajo, un método “virtuoso” para obtener inmediatas mejoras
salariales. Y, además y para colmo, le puso un precio muy alto al cese
del conflicto.
Sobre este asunto se expidió ayer Carlos Pagni, desde las páginas de “La Nación”, bajo el auspicioso título: “Un prematuro final para la primavera neokirchnerista”.
Un artículo también obviamente dedicado a esmerilar al Gobierno
nacional, donde se cuestiona al secretario de Seguridad, Sergio Berni,
por no haber repuesto el orden patrullando con fuerzas federales las
calles de la ciudad de Córdoba sin acuerdo del gobierno provincial (lo
cual hubiera ocasionado un enorme escándalo institucional que “La
Nación” y De la Sota hubieran explotado al máximo) mientras el
gobernador estaba de shopping en Panamá. Y no, la Casa Rosada no lo hizo
porque Carlos Zannini, el Secretario Legal y Técnico de la Presidencia,
no come vidrio.
Pero, lo más inquietante es este párrafo del periodista “pispeador” de mails ajenos: “De
la Sota regresó a una Córdoba incendiada, con su poder de negociación
muy menguado: venía de enfrentarse con la policía, acusada por la
infiltración del narcotráfico. Zannini no calculó que, acorralado, De la Sota cedería a lo que le pidieran.
Tampoco imaginó que, al conquistar un incremento cercano al 40%, los
uniformados cordobeses serían la vanguardia de una reivindicación
salarial de las demás jurisdicciones. Queda para la historia del
maquiavelismo criollo determinar si el gobernador de Córdoba era
consciente de que con su generosa paritaria incendiaría el resto del
país. A bordo del avión que lo devolvió desde América Central tuvo más
de seis horas para pensarlo”.
Y la pregunta “¿Efecto dominó o se equivocó De la Sota?”, formulada por Artemio López se actualiza: “Incertidumbre
porque la ocurrencia de los hechos no culmina con los múltiples muertos
y saqueos impulsados por acción u omisión por los subersivos. Los
efectos institucionales desestabilizadores se perpetúan en las promesas
de impunidad a los policias golpistas y los efectos desestabilizadores a
nivel económico social que indujo el alzamiento y que señala de
manera clara con lógica inexorable el documento del FIT que publicamos:
Mientras dan aumentos que llegan al 200% del básico a los policías, se
niega un plus de fin de año o doble aguinaldo para jubilados, estatales y
para quienes cobran la Asignación Universal por Hijo. (…) Se trata de
un encadenamiento de efectos jurídicos-políticos y sociales que apuntan
al plexo de la gobernabilidad democrática en el país, cuya mecha la
enciende el ex gobernador cordobés con una actitud que desborda
plenamente cualquier "margen de error" sensatamente imaginable en un
político de ultraderecha de su ya insoportablemente extensa trayectoria”.
Y sí. El impacto de ese ejemplo construido por la derecha cordobesa se
replica aún hoy en otros distritos y el resultado de esta atípica
“negociación salarial” con las policías provinciales se convierte en un
antecedente obviamente disponible a futuro para los intentos
desestabilizadores de la oposición política, económica y mediática, la
misma que el pasado 10 de diciembre intentó sacar de quicio la
celebración de los 30 años de la democracia argentina y teñir los
merecidos festejos de impotencia y fracaso.
4 comentarios:
¿Cómo decía la virgencita inmaculada del periodismo argentino? (lanata): "Goebbels puro, Goebbels puro!". Tenía razón.
El asunto, ram, es que algún impacto logran. Ahí está la encuesta que publica el ingeniero Sbariggi para danos cuenta del efecto sobre la opinión pública, al menos entre los bonaerenses.
Y sí, algún impacto logran, entre otras cosas por una comunicaciòn nacional flojita, con más eufemismo que precisión. Como si el chumbo de un cana en acto de sedición fuera algo livianito.
Sí. Falta presentar un diagnóstico claro de lo sucedido y avanzar con la "reforma profunda" anunciada.
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